No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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16 diciembre 2018

DIFUMINADO EN LA NIEBLA.


El manto negro se descuelga a cada lado de la cara impidiéndome aún más la visión, ya de por sí bastante mermada; más aún con solo la vista frontal ha sido suficiente para valorar un empeño, un trabajo, una misión, que en un momento determinado fue encomendada a unos amigos y que desde ese tallo, en solo cinco años, ha crecido una palmera realmente extraordinaria.
No han faltado las trabas ni las inclemencias del tiempo, pero dentro de la hermandad, y fuera, hay muchas personas que han dedicado y dedican mucho de su tiempo a que todo salga bien, a pensar cosas nuevas, a construir, a desmontar(mucho más difícil); a controlar, a contar, a pagar, a cobrar, en suma a trabajar para construir un sueño.
Desde que me decidí a probar en este proyecto, y tuvieron la gentileza de aceptarme, he soñado muchas veces con los bancos, con la escalera hacia el presbiterio, con  el patio de los naranjos, con el minarete excelso, y he pensado otras tantas cómo debería ser mi comportamiento, y mi forma de actuar.
Al final me decidí por interactuar con los visitantes, adentrarlos en los juicios, en las sentencias, en los cultos; e interactuar de nuevo en la calle, haciéndonos también miembros de la espera en la entrada.
Y de nuevo vuelvo al negro manto, que hace de marco para recibir a los niños y la niñas; te acercas y se embelesan, he recordado cuando me vestía de Rey Mago en el Banco para repartir los regalos; pocos han tenido miedo, pocos han retrocedido, quizás porque la promesa era que su nombre llegaría a los Reyes Magos.
Me siento feliz de haber aportado mi granito de arena a que todo saliera bien, agradezco a mis compañeros del Sanedrín que me hayan arropado en su seno, y conmino a todos mis amigos a que el año que viene no se lo pierdan.
Esta noche, última noche en esa Belén efímera a veces, milenaria en otras, nos hemos despedido hasta el año que viene; ojalá que el que va a nacer ponga su mano para que eso sea posible; la quinta edición del Belén viviente de la hermandad del Santo Entierro de Sanlúcar la Mayor, se difuminó en una noche húmeda tras la cortina de niebla que arropaba el minarete que se erige en el patio de los naranjos.
El sueño se ha cumplido, esta noche, en la que no se puede ver a más de dos palmos, escribo esto gritando a los cuatro vientos desde el balconcillo del campanario de la torre de San Pedro:
¡Gracias! 
Pero también no he tenido más remedio que gritar:
¡Por favor, hagamos lo posible por recuperar esta iglesia, emblema de esta ciudad!

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