No obligues a nadie a quererte, mejor oblĂ­galo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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25 diciembre 2018

SÍNDROME DE LA SILLA.

Esta noche pasada creo que todos, o si no la mayorĂ­a, hemos padecido este sĂ­ndrome; y no solo por un motivo, sino por muchos.
La silla vacía emerge de entre los recuerdos a cualquier hora de la noche; mientras mås reciente haya sido la pérdida, menos tiempo tarda en aparecer la dichosa silla.
Un buen amigo me decĂ­a ayer:
- No serĂĄ la de este año mi mejor nochebuena, ¡Abraza a tu madre!
Le contesté:
Claro amigo, abraza tĂș a tus hijos como si fueran la tuya, que al final es lo que son.
Esta añoranza, como he dicho antes, es natural, lo innatural sería lo contrario.
Pero creo que hay otras sillas vacías, que son bastantes mås dolorosas, o por lo menos igual que las de antes, y son las que estando aquí las personas que las deberían ocupar, no quieren hacerlo; las que cenan como los "pavos" por el simple hecho de cumplir, y salen despavoridos buscando el bar de copas o las copas de la reunión; familia, que por otro motivo, también muy doloroso, no puede acompañarte ocupando esa silla; los que estån en hospitales, asilos, también debajo de un puente, en un zaguån, en la entrada de un banco, o en la cårcel; supongo que éstos también deben de tener familia.
Si el devenir de la vida determina que una silla quede vacĂ­a para siempre, siempre nos dolerĂĄ la nostalgia que ello produce, si bien el tiempo puede aliviarla; ahora, si son ellos o ellas, por su decisiĂłn, los que deciden esa ausencia, entonces el sĂ­ndrome de la silla vacĂ­a se transformarĂĄ en: la rabia de la silla vacĂ­a.
Esa, si quiere quien tiene que querer, se puede remediar.

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