LlegarĂĄ el momento que muchas personas no podrĂĄn entrar a hacer sus necesidades en los servicios pĂșblicos de los bares, comercios, etc. o tendrĂĄn que cambiar la nomenclatura.
La forma de vestir, el pelo, la barba, el aspecto no tiene importancia; pero sĂ la forma de comportarse; no se guarda respeto por nada ni por nadie, tanto hombres como mujeres, se pintan y deterioran lugares pĂșblicos sin el mĂĄs mĂnimo recato; se piden a gritos concesiones, modificaciones, respeto sin el mĂĄs mĂnimo respeto a los que no piensan como ellos.
Los trepas en los trabajos, tanto unos como otras, escalan posiciones y ascienden sin el mĂĄs mĂnimo pudor de pisar a los de alrededor para poder hacerlo.
Andamos por la calle, con la cabeza agachada mirando al mĂłvil y con los auriculares puestos, y no tenemos la mĂnima vergĂŒenza de dar los buenos dĂas a los que nos cruzamos.
No ayudamos a las personas incapacitadas, mayores y niños, a seguir hacia adelante; nos levantamos con cara de sapo o rana y sembramos la apatĂa y el refunfuño desde que salimos a la calle.
Chicos que hacen la vida imposible a sus compañeros de colegio, hasta incluso hacerlos llegar al suicidio.
Esos que maltratan a su compañera de vida, a sus hijos; las que maltratan a su compañero.
Por desgracia, cada vez quedan menos señoras y caballeros no en el sentido del sexo ni en la condición sino en la forma de comportarse.
Por desgracia, cada vez quedan menos señoras y caballeros no en el sentido del sexo ni en la condición sino en la forma de comportarse.
Ninguno de estos y estas podrĂĄn entrar en un servicio pĂșblico si no cambian la nomenclatura retirando los carteles de: SEĂORAS Y CABALLEROS y colocando unos nuevos que digan: PERSONAS Y NO PERSONAS.
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