El otro día nos acercamos a Portugal, a Villa Real de San Antonio, en castellano, o Vila Real de Santo António, en portugués, no precisamente a comprar toallas.
Fuimos a visitar a un amigo de uno de los amigos que íbamos en el coche, y allí conocí a Luís.
Estuvimos en una cafetería tomando un café con Luís, Juan Antonio, José Joaquín y un servidor.
Luís, hostelero de toda la vida, regentando un restaurante en Villa Real.
Lo primero que nos dijo Luís es que a las doce se tenía que marchar; tiene 78 años, su esposa tiene problemas de ciática y tenía que ir a casa a cuidar de su hermana de 94 años que está enferma en la cama; lavarla, darle de comer y acompañarla un rato.
Estuvimos unos momentos charlando, del mundo, de la política, de la sociedad, y vaya tela.
¡Qué capacidad analítica de Luís!
¡Qué ojo clínico el de Luís!
¡Qué sensación de sabiduría!
¡Qué lección de filosofía!
Fueron treinta minutos en los que aprendí más que en años de universidad; con personas del talante de Luís, el mundo adquiere otra dimensión, sería de otra forma seguro.
Lo dicho, media horita escuchando, cuando lo que yo hago es hablar, escuchando a D. Luís de Vila Real de Santo António.
¡Chapeau, me quito el sombrero caballero, un verdadero placer, y un honor!
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Foto de Vila Real extraída de wikipedia. |