La otra noche, el día de la despedida de ese inglés que estuvo tantos años en España, pero que no aprendió a hablar bien nuestro idioma, y que tanta huella dejó a su paso por la información, mucho más que como futbolista; habló por la radio, su hijo Ían, estando todavía su padre de cuerpo presente.
Ían Robinson hizo glosas de su padre, sorprendido enormemente por la reacción de las gentes del fútbol, de la gente de la tele, de la gente de la radio, de la gente de la prensa escrita y de la gente de la calle.
-No creía que mi padre era tan reconocido en lo suyo, no me imaginaba que tenía tantos admiradores, tantos seguidores...
Y el locutor le dijo:
Pues esto es así, era un ser admirado, seguido, respetado y tremendamente reconocido.
Ián, reflexionando, le comentó...
- En casa era un tío normal..., (pausa)
Yo pienso que quizás deberían haberle reconocido más en vida lo que toda la gente le reconoce ahora que se ha ido.
Y añado, que siempre es necesario admirar a las personas según el valor que tienen, no solo para tí, sino para todas las personas en general, y de vez en cuando, decírselo.
Una persona puede ser admirada en su casa, por su familia, e incluso puede ser denostada o no reconocida en la calle, en el trabajo, o en los medios; lo anti-natura es lo contrario, que la gente de la calle admire a tu padre, o madre, o hijos; que los compañeros de trabajo los admiren, que la prensa hable de ellos como lo hace y que en casa, como es una cosa de a diario, no se reconozca la valía de un padre, de una madre o de un hijo o hija.
Una vez que nos vamos, nos importa un bledo, por lo menos eso creo: los homenajes, los premios a títulos póstumo, los reconocimientos, las glosas, los panegíricos; todo eso, una vez que te vas, no sirve de nada. Ni donde te entierren, ni donde esparzan tus cenizas, ni las mil y una lágrimas que derramen por tí.
Es lo mismo que intentar poner una tirita o una venda en un brazo por un pequeño corte, cuando has perdido el brazo en un accidente, la tirita en la herida, había que haberlo hecho antes.
Hasta el mismo Jesús lo dijo:
"Nadie es profeta en su tierra"
Y su casa, su pueblo, su ciudad es la tierra de uno, y cada uno sería bueno que nos miráramos al espejo.
Foto tomada de la página wwb de la Cadena Ser. |
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