Creo que todo es compartible, todo.
Lo principal el amor; pero hay miles y miles de cosas, muy buenas, buenas, regulares, malas y muy malas.
La sabiduría es otra de las cosas que sería bueno compartir; repartir entre todos: los conocimientos, los pensamientos e incluso las experiencias; otra cosa es que los que las reciban, las asuman, las acepten, las valoren y las pongan en práctica.
Pero como en todo lo referente al trato entre los "homo sapiens", los animales civilizados (por los cojones), en esto de compartir aflora muy a menudo, demasiado a menudo diría yo, una paradoja que no comprendo, que no entiendo, que no acepto y que mucho menos comparto.
Hoy en día, si a alguien le va bien, triunfa, gana dinero, tiene una buena relación de pareja, unos hijos modélicos; en suma es un "poco" feliz; toda esa felicidad, en la mayoría de las ocasiones no la puede compartir con nadie, porque aflora ese veneno inmundo de la envidia que corroe a tantos y tantas sus entrañas, y esa felicidad del "amigo", del conocido, se convierte en dolor para ellos mismos.
Y por el contrario, el sufrimiento, el dolor, el padecimiento, la turbación del vecino, del compañero, del "amigo" produce en estos mal nacidos, y nacidas, una sensación inmensa de placer.
En todos los estratos de la vida, en el colegio, en la calle, en el trabajo, en la política, en los grupos, en las pandillas, en las parejas, la envida prevalece sobre todo y sobre muchos.
Pero yo sigo abogando por compartir; aunque algunos y algunas digan siempre: ¡Al que quiera saber, mentiras a él! , hay un hecho bien cierto: te colme la felicidad, o bien te abrume el sufrimiento; el corazón necesita un segundo corazón, o varios corazones para distribuir sentimientos.
La alegría compartida siempre es una doble alegría; y el dolor repartido es medio dolor.
De la página: lamenteesmaravillosa.com |
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