Desde pequeños, cuando vamos al colegio, cuando empezamos a integrarnos en la sociedad, cuando salimos del vientre materno de nuestro hogar, siempre hay alguien, algunos o algunas, que pretenden que no seamos felices.
Lo mismo pasa, una vez que se avanza en la carrera estudiantil, siempre hay algún elemento que se quiere erigir en protagonista y joderte la existencia.
Y después entras en el trabajo, y siguen apareciendo gente que te hace la vida triste, pesada, y algunas veces desoladora.
El matrimonio tampoco se queda corto, al igual que la educación de los hijos; y los amigos, y la gente con la que tratas a menudo.
¿Por qué hay tanta gente que se preocupa en joderle la marrana a los demás?
¿Por qué se llevan tantas horas discurriendo como hacer daño, y además donde más duele?
Es el sino de la vida, uno o una hace una buena cosa, o cree que la está haciendo, se esfuerza por conseguirlo, y siempre, digo bien, siempre viene uno o una que ¡Zas! le da en toda la boca dejándole la moral por el mismísimo suelo.
Con el paso de los años he comprendido que cuando te quieren hacer daño, cuando pretenden que no seas feliz, cuando interfieren desastrosamente en tu vida, la mayoría de las veces tú tienes un porcentaje muy elevado de esa responsabilidad.
Debemos empeñarnos en ser felices, por el camino se quedarán gajos de esa felicidad completa, porque nadie la tiene, pero es conveniente ir degustando a boca llena los “cascos” (gajos) que podamos, después...
"Después, siempre será demasiado tarde".
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Foto extraída de la página: knowi.es |
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