De nuevo han llegado las navidades, (gracias a Dios); de nuevo, otra vez a comer con la familia una barbaridad (gracias a Dios); de nuevo a escribir la carta a los Reyes (gracias a Dios); de nuevo otra vez a escuchar petardos (gracias a Dios, no por los petardos, sino por estar vivos para escucharlos); de nuevo las luces de Navidad (gracias a Dios, no por las luces en si, sino por poder verlas); de nuevo toda la parafernalia, a veces tan falsa como la falsa moneda; las cenas, los almuerzos, las ropas, las sonrisas y las felicitaciones otra vez (gracias a Dios).
Lo cierto y verdad es que no te das cuenta de lo que tienes hasta que no lo pierdes o te falta.
¿CuĂĄnta gente falta en la mesa?
¿CuĂĄntos se han ido?
Seguro que algunos nuevos forman parte de la mesa, nuevos por los que darĂas la vida si hiciera falta, pero los que darĂan la vida por ti, no estĂĄn ya.
Por eso, cuando todavĂa los tengas, dales las gracias por el ofrecimiento que hacen cada dĂa de su vida por la tuya.
En todas las navidades hay alguna que otra guerra que empaña las ansias de paz del mundo civilizado, los deseos de paz de las buenas personas.
Esa PAZ, en mayĂșsculas, empieza en la familia, dentro de casa; y asĂ se deberĂa trasmitir a todo el mundo.
CuĂĄnto me acuerdo de las Navidades pasadas, en esas casas de navidad, dejando a mi familia en casa; por eso no critico a nadie, yo fui primero, pero si advierto, aunque no se aprende por cabeza ajena, que el tiempo pasa, la gente que de verdad te quiere pasan y se van, y nunca tendrĂĄs la oportunidad de volver atrĂĄs cuando te acuerdes de ellos.
Paz en casa y paz en el mundo.
Abraza a los tuyos que ya la vida se encargarĂĄ de quitĂĄrtelos.
Felices fiestas, todo es mĂĄs fĂĄcil de lo que parece.
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