Cuando yo era pequeñajo me gustaba jugar a las bolas.
Lo ideal era pillar una bola de acero, procedente, como casi todas, de los cojinetes desmontados.
La bola de acero era, obviamente, dura como el acero, y podía destrozar las bolas de cristal con las que normalmente jugábamos.
Pero las bolas de acero eran raras.
Había gente que atesoraba cantidades ingentes de bolas ganadas en el juego.
Hoy en día se compra, en las tiendas orientales, una bolsa con un centenar de bolas; pero ay, como casi todo hoy en día, son bolas fáciles, se consiguen sólo con dinero. Por aquellos años había que conseguirlas jugando, y ganando. Ese juego también implicaba perderlas.
Después de muchos años, ya de mayor, y gracias a mi afición a los crucigramas, me llegué a enterar que: el agujero, el "bujero", el hoyo, o el "joyo" tenía un nombre específico que no era ninguno de ellos.
El agujero para jugar a las bolas se llama el gua.
Y en ese gua se juega con las canicas; o sea que en el hoyo, que tanto costaba hacer en las tierras duras, se juega con las bolas.
El hoyo se llama gua al igual que el juego también se llama gua.
Esta palabra puede provenir del taíno (pueblo amerindio araucano) con un significado de lugar o sitio.
El gua es el lugar de donde parten las canicas y donde deben volver.
No es de extrañar que tenga una raíz infantil, una de las primeras palabras que dicen los pequeños es gua, gua.
O sea, que meteremos las canicas en el gua, o colaremos las bolas en el "joyo", y punto.
Foto de mi colección particular de la playa de Águilas. |
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