Por desgracia he convivido con la insulina mucho tiempo; desde que mi abuela Encarna, que era diabética, hasta mi madre que lo fue 40 años.
Recuerdo que a la abuela le pinché muchas veces su dosis, cuando todavía había que hervir la jeringuilla antes de pinchar, mi madre fue autosuficiente hasta que salieron los bolígrafos que seleccionaban la dosis solos.
La insulina tiene un olor muy característico, tan característico que donde la utilicen la reconozco, como si fuera el olor a tabaco, por ejemplo.
La insulina, cuya primera prueba de fuego fue en 1922, imaginaros si ha salvado vidas.
Este momento es recordado como uno de los más increíbles en la historia de la medicina. En 1922, un grupo de científicos llegó a una sala de hospital llena de niños en coma, muriendo lentamente por cetoacidosis diabética. Imagina esa escena: un cuarto entero, padres sentados al lado de sus hijos, esperando lo inevitable… la muerte.
Los científicos fueron cama por cama, inyectando en cada niño un nuevo y purificado extracto: INSULINA. Justo cuando estaban administrando la inyección al último niño en coma, algo extraordinario sucedió. El primer niño en recibir la insulina comenzó a despertar.
Uno por uno, todos los niños salieron del coma diabético. Lo que era una habitación llena de dolor y pérdida se transformó en un lugar de alegría y esperanza.
Gracias, Sir Frederick G Banting, Charles H Best y JJR Macleod. Loor a ellos.
Recuerdo que a la abuela le pinché muchas veces su dosis, cuando todavía había que hervir la jeringuilla antes de pinchar, mi madre fue autosuficiente hasta que salieron los bolígrafos que seleccionaban la dosis solos.
La insulina tiene un olor muy característico, tan característico que donde la utilicen la reconozco, como si fuera el olor a tabaco, por ejemplo.
La insulina, cuya primera prueba de fuego fue en 1922, imaginaros si ha salvado vidas.
Este momento es recordado como uno de los más increíbles en la historia de la medicina. En 1922, un grupo de científicos llegó a una sala de hospital llena de niños en coma, muriendo lentamente por cetoacidosis diabética. Imagina esa escena: un cuarto entero, padres sentados al lado de sus hijos, esperando lo inevitable… la muerte.
Los científicos fueron cama por cama, inyectando en cada niño un nuevo y purificado extracto: INSULINA. Justo cuando estaban administrando la inyección al último niño en coma, algo extraordinario sucedió. El primer niño en recibir la insulina comenzó a despertar.
Uno por uno, todos los niños salieron del coma diabético. Lo que era una habitación llena de dolor y pérdida se transformó en un lugar de alegría y esperanza.
Gracias, Sir Frederick G Banting, Charles H Best y JJR Macleod. Loor a ellos.
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| Foto de mi amiga Toñi Domínguez. |

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