ExtraĂdo de Imanol SĂĄnchez...
Cuando por el 1700 las
Juntas de Hospitales y las Maestranzas de CaballerĂa eran las encargadas de
organizar las corridas de toros y los toreros realizaban faenas soberbias,
estas otorgaban al matador las carnes del animal que acababa de estoquear. Con
el apĂ©ndice del animal en la mano enseñåndola al pĂșblico el matador
mostraba su propiedad, por lo que, al finalizar la corrida, éste se
dirigĂa al desolladero y reclamaba su premio entregando la propia oreja para
ser remunerado con las carnes del burel.
Años mås tarde, cuando la
fiesta se hizo del pueblo y comenzaron a salir negociantes que organizaban
independientemente las corridas, la prĂĄctica de regalar los despojos del toro
fue en contra de los intereses del empresario, de manera que, a cambio de la
oreja, el matador recibĂa una onza de oro. Este premio era visto por los
toreros de la Ă©poca como una limosna, no como un homenaje a su valentĂa, asĂ
que la prĂĄctica de cortar orejas cayĂł en desuso hasta el 29 de octubre de 1876,
dĂa en la plaza de toros de Madrid, se volvieron a conceder premios.
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| Orejas de Oro, foto extraĂda de APM. |

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