Hace
ya más un lustro que mis dos hijos Fran y Jesús Bou iniciaron su andadura en el
Carnaval de Cádiz en su ciudad, con la melodía de Nacho Márquez y con letras,
la mayoría de Fran y alguna de Jesús, y bajo la dirección de ambos al alimón, se estrenaron con
la comparsa de este nombre “TRAPOS
SUCIOS”.
Meses
de ensayo, discusiones, mucho trabajo, muchos sinsabores, nervios, deserciones y
fichajes exprés, y la alegría y el orgullo del reto conseguido, mereció la pena todo lo padecido.
El
tipo era unos andrajos confeccionados por madres de los componentes, retales
que configuraban el traje, y asentados en un callejón donde la suciedad
impregnaba las ropas.
Se
me ha venido a la memoria el nombre de esta comparsa por las misivas que se
regalan diariamente, a cada hora, unos impresentables que se dedican
a hacer campaña aireando los trapos sucios de los demás.
¿Por
qué no abanderan sus campañas con sus paños blancos e impolutos?
¿Por
qué no enseñan sus banderas limpias y dejan los trapos sucios de otros?
¿A
lo mejor es que hay pocas enseñas inmaculadas que mostrar?
Dentro
del panorama político de nuestro país y sus “autonosuyas” (como las bautizaría Fernando
Vizcaíno Casas en el guion de la película de Rafael Gil-1984) hay muy pocos, o
más bien ninguno, que lleve a cabo una compra masiva de electrodomésticos aunque
sean con un golpecito, con una maca,que son más baratos.
El
principal problema de este país es que hay montañas, y montañas, y montañas de trapos
sucios, muchos todavía encubiertos por las alfombras de la desinformación y,
por desgracia muy poquísimas lavadoras.
Y
así nos va.
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