Dos Juanes y un mismo destino; dos Juanes
que se despidieron con la misma edad, dos Juanes que nos abandonaron por el
mismo motivo; dos Juanes a los que no les quedó cuerpo donde vivir y no
tuvieron, pese a no desearlo, más remedio que dejarnos.
Dos Juanes, uno filósofo titulado, el otro
filósofo de la vida; uno humorista refinado, otro cachondo a lo bestia; uno
"comparsista", chirigotero y el otro enamorado del cuarteto de Rota;
uno, cuya palabra era tenue y a veces venenosa, el otro que tenía el timbre de
un amplificador "fender mustang II" a todo volumen; un Juan con pelo
casi hasta el final, otro casi sin pelo desde muy joven; uno Carlos el otro
José; uno que vivía en Cádiz y el otro que lo hacía en Espartinas; uno era muy
"carnavalero", el otro cofrade, feriante y rociero; uno más bien
pequeño, el otro un "tiarrón" de más de metro noventa.
A ambos se los llevó el maldito cangrejo,
ambos tuvieron días para despedirse de los suyos; a uno no le ha dado tiempo de
disfrutar de su hijo, el otro tuvo oportunidad de hacerlo, no todo lo que
hubieran deseado sus vástagos; los dos me dejaron su huella, uno por sus
composiciones y el otro por nuestra vida en común.
Dos Juanes que marcaron a mucha gente, dos
Juanes que se marcharon en silencio, dos Juanes que no dormirán jamás en el
olvido.
A uno, al apellidado Aragón, lo admiré; al
otro, al Villagran lo quise.
Mi muy apreciado Juan Carlos Aragón:
Si tiene usted la suerte, porque será de
verdad una suerte para usted, de encontrarse por allí, por donde acaba de
llegar, con mi buen amigo Juan José Villagrán, le demando encarecidamente que
le de un abrazo de mi parte. Yo espero dárselo más tarde que pronto, a ver lo
que Dios quiere.
Eternamente agradecido por todo.
Me gusta ver cómo se perdura en la memoria de los que quieren a los que ya se fueron;cómo la amistad es ,a veces,mas fuerte e importante que la misma familia.
ResponderEliminarLa calidad humana es lo que hace huella en la mente y en el corazón de los que quedan porque también éstos gozan de ser dueños de unos sentimientos tan bellos como su propia presencia. Gracias. Teresa Villagrán.
Gracias, besos.
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