Hoy en día en nuestra televisión, proliferan muchos programas de artistas noveles que buscan destacar en el mundo del espectáculo.
Desde "Tu cara no me suena todavía", hasta "Got talent"; desde " Gente joven" hasta "Operación triunfo"; "La Voz, la Voz Kids, o la Voz Senior".
Todos estos programas buscan gentes en el anonimato, que tienen la capacidad de emocionar a las personas que los ven.
Pero hay un programa, que me ha llegado dentro; un programa en el que los jueces han llorado muchos días, antes de valorar a los chicos; jueces que en su infancia, a la hora de aprender, han pasado muchas vicisitudes; esos jueces se han emocionado enormemente con la actuación de los niños y niñas.
En tres vertientes del arte: Lírico (Ainhoa Arteta), Baile clásico (Nacho Duato) e interpretación de instrumentos (Andrés Salado), han pasado por el programa "Prodigios", presentado por Boris Izaguirre, una pléyade de pequeños artistas que han hecho las delicias de los jueces, y las de todos los tele-videntes.
Pero, lo que he querido destacar en grado sumo, es la sensibilidad que han demostrado los jueces e incluso el presentador, durante el concurso.
Las lágrimas de Nacho, los sollozos de Ainhoa, los ojos vidriosos de Andrés, y la sonrisa triste de Boris, me han llenado el alma de sensibilidad, una sensibilidad que es muy difícil que traspase el cristal o el plasma del televisor.
¡Ya hay que ser sensible para rezumar amor desde una cámara!, por ello mi reflexión de hoy es para ellos: Nacho, Ainhoa, Andrés y Boris; y enhorabuena grande para los regidores de RTVE por la idea.
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