Muchas veces nos hemos preguntado, o nos hemos podido preguntar, ¿quĂ© somos?, ¿cĂłmo somos?, ¿quĂ© soy?, ¿cĂłmo me comporto?...
Muchas preguntas sin una respuesta coherente por nuestra parte; tĂș puedes ser consciente de cĂłmo te comportas, cĂłmo piensas, cĂłmo tratas a los demĂĄs, pero nunca sabes cĂłmo eres para otros y quĂ© repercusiĂłn tienen tus actos para todos.
Los pensadores, los grandes "fraseólogos" siempre dicen que somos lo que somos, que debemos ser tal cual, y el que quiera estar con nosotros que esté y el que no...
No todo el mundo piensa igual de ti, no todas las personas te tienen el mismo respeto, ni tampoco te juzgan igual; sobre todo si estĂĄs presente cuando te estĂĄn valorando.
Eres, lo que dice la mayorĂa de gente sobre ti cuando tĂș no estĂĄs.
Lo peor de todo esto, es que jamĂĄs te vas a enterar de ello, nunca vas a saber, a ciencia cierta, lo que nadie realmente piensa de ti, porque normalmente, esas opiniones la gente se la reserva para comentarlas con otras personas, pero nunca para decĂrtelo a ti directamente.
Esto es como el juego del telĂ©fono con el que tanto nos reĂamos cuando pequeños; consiste en que uno dice una palabra, y el otro le dice al siguiente lo que escucha, la mayorĂa de las veces tergiversado, y asĂ sucesivamente hasta el Ășltimo; de la primera palabra a la Ășltima, normalmente habĂa un abismo.
Muchas veces, muchas personas, se han echado las manos a la cabeza cuando ha llegado a sus oĂdos un rumor sobre sĂ mismo; porque, aunque no coincidiera en nada con su personalidad, era la visiĂłn que la gente tenĂa de Ă©l, y al final parecĂa hasta veraz.
SĂłlo deberĂamos comentar de alguien algo, cuando nos hayamos comido con Ă©l o ella por lo menos una arroba de sal; si no, mejor mantener la boca cerrada.
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