Siempre que uno se levanta al principio de la mañana, cuando
empiezan a ocurrir las primeras cosas, te das cuenta si ese va a ser un día "fasto" del
latín (fastus) día en el que los Dioses permitían hacer negocios y trabajos; o
si por el contrario puede ser un día "nefasto" literalmente
lo contrario. Días fastos en Roma solían ser las calendas de primeros de mes
(origen de nuestra palabra "calendario".
Si al levantarte te das cuenta que has despertado a un día fasto:
genial, estupendo, magnífico, a disfrutarlo; y por supuesto a intentar todo
tipo de aventuras: amorosas, económicas, inversiones, negocios, etc.
Ahora bien, o mejor, ahora mal, si cuando pones el pie en el suelo
descubres que se avecina un día nefasto, no hagas como muchos, que se tapan la
cabeza y empiezan a verlo todo negro, negro; considero que por muy malo que sea
el día, algún atisbo de luz asomará por alguna rendija, y a ese es al que nos
tenemos que agarrar para salir a flote.
En los días nefastos es necesario buscar luces donde creemos que
no las hay, viendo el lado brillante de las cosas que ocurren, obviando el
lado oscuro; porque al final, y lo digo por experiencia propia, algunos de esos
días nefastos hasta se arreglan del todo; a estos los llamaban "días
intercisi"
Y como siempre, tengo que claudicar con el antiguo Egipto; hace
más de 4500 años ya existía en el país del Kemet (tierra negra) un exhaustivo
calendario de días fastos, nefastos y medianos, los oráculos eran
impresionantes; por ello tanto en fastos, medianos y nefastos hemos de buscar
el lado brillante de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario