Siempre se oye esta sentencia en perĂodos electorales, todos
buscan el voto de los indecisos, esos que las encuestas dicen que no tienen
claro a quien votar, pero ningĂșn partido se pregunta por quĂ© hay tantos.
Pues lo lĂłgico es que todos los no afiliados a un partido,
que ven a través de las directrices de ese partido, sean indecisos; mås si
cabe, cuando ninguno de los candidatos le convence para depositar su confianza.
Incluso, si en un momento determinado, el indeciso tomara la
decisiĂłn de informarse exhaustivamente, si se hiciera con todos los folletos
donde se ubican escritos los programas electorales, si tuviera la paciencia de
detallar en una hoja de papel: partido y promesas; si una vez realizado este
trabajo tacha las promesas que no le gustan o que no le convencen de cada
agrupaciĂłn; y despuĂ©s mira el papel y rodea con un cĂrculo la candidatura con
la que concuerda mĂĄs, en teorĂa deberĂa de dejar de ser indeciso porque
tendrĂa claro a quien votar.
Pero después viene el tito Paco con las rebajas, y donde
unos dijeron "digo" otros dicen Diego, y todos los estudios que has
realizado, todo lo que has analizado, todo, todo se va al garete; y al poco
tiempo, yo dirĂa que a los pocos meses de comenzar la legislatura, los que
fueron, que dejaron de ser por sus anĂĄlisis, retornan a estar indecisos, pero
ahora, indecisos engañados.
Siempre es la hora de los indecisos, los partidos tienen muy
claro con los votos que cuentan, los incondicionales; el resto, indecisos; lo
malo es que estos indecisos después de tantos engaños, se puedan tornar en
decepcionados o sumamente cabreados, y entonces...
Entonces pedirĂĄn peras al olmo.
¡Ustedes “me” lo reflexionen bien!
¡Ustedes “me” lo reflexionen bien!
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