Hay muchas cosas, que una vez que pasan o se van, jamás vuelven; en algunas ocasiones se pueden revolver contra tí, pero volver, lo que se dice volver, jamás.
Como ejemplo me podría referir a una bala disparada; parece mentira que se dispare tan fácilmente una bala hacia una persona, sabiendo que una vez que el proyectil salga del cañón de la pistola, nunca va a tener retorno.
Lo mismo pasa con las palabras, una vez que decides pronunciar alguna frase en presencia de alguien, esas palabras dichas no tienen vuelta.
Si desaprovechas una ocasión en cualquiera de sus versiones: amorosa, económica, médica, negocios, amistad, esa ocasión, seguramente no vas a tener la oportunidad de catarla de nuevo.
Si dejas pasar el tiempo, desaprovechando cada segundo de los millones que te ha regalado la vida para que los disfrutes y los vivas lo más feliz posible; ese, ese tampoco lo vas a ver más; ah, y cuanto más mayor, más rápido se esfuma.
Incluso quien nos dejó para siempre, tampoco tiene de momento la capacidad de volver físicamente, aunque creamos y aunque sintamos que siempre están en nuestro corazón.
Pero una de esas cosas que a veces vuelve, quizá por arrepentimiento, quizá por haberlo "pensado mejor", es el amor; hay parejas que se rompieron y que un tiempo después lo han intentado de nuevo creyendo que todavía había un rescoldo encendido en lo más profundo de su corazón, pero alguien me dijo alguna vez que:
"En el momento en que te detienes a pensar si quieres o no a alguien, ya has dejado de quererlo o quererla para siempre".
Pues eso.
Pues eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario