La palabra sencillez proviene del latín "singulus" un adjetivo numeral distributivo, uno a uno, de ahí viene el anglicismo "single"; también se podría acoplar ahí "simple" compuesto de "sine" (sin) y "plex" (pliegue).
La sencillez, si bien no es una virtud teologal, pero si es una de las cuarenta virtudes principales que debe de tener un ser humano.
Para tener sencillez no hay que ser pobre, para ser sencillo/a no es necesario no destacar sobre otros en sus labores diarias, la sencillez no significa ser inculto/a, o no ser demasiado inteligente, o no destacar.
La sencillez está en no creérselo nunca, en ser como un libro abierto, en entregar a los demás tus artes y conocimiento, en no ser prepotente, en no ocultar nada detrás de tus ojos; la sencillez es ir siempre de frente, sin tener que esconder nunca la mirada, no estimar el boato, no desfilar como un pavo real, no vanagloriarse inútilmente de nada.
La sencillez es simplemente no tener pliegues donde ocultar malas entrañas.
Ya lo dijo hace 2500 años el chino "Maestro Kong" (Confucio)
"A lo máximo que puede llegar un ser humano en la vida es a la sencillez"
Y para muestra, un botón: los grandes maestros del Kung-fú, una vez que alcanzan los máximos grados de "dan" (graduaciones de cinturón negro), se colocan y utilizan de por vida el cinturón blanco de principiantes, dando sensación de sencillez.
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