Allá por abril, todavía confinados, estuve más de un mes enzarzado con una hemorragia por la nariz en los que cada tres o cuatro días me tenía que personar en urgencias del hospital para que me taponaran y me destaponaran conforme era necesario, gracias a Dios, todo terminó bien; pero una tarde, cuando estaba sentado en urgencias con la toalla roja de sangre, esperando que me atendieran, una señora pidió por favor una mascarilla quirúrgica porque la suya se le había caído al suelo, le negaron la mascarilla; al poco apreció por la puerta un hombre...
Mal vestido, mal aseado, sin mascarilla, sin guantes (en aquel tiempo era aconsejable llevarlos); se pasó al guarda de seguridad y se coló casi hasta donde estaban los médicos bramando:
- Quiero mi pastilla, ¿me la dan ahí dentro?, ¿el médico me da mi pastilla?, ¿está ahí dentro?
Y se coló. En diez minutos, salió con su pastilla (supongo que de metadona) y una mascarilla nueva colocada. Los que estábamos allí soportando hasta horas de espera nos quedamos anonadados.
Entonces me pregunté:
-¿Esto por qué tiene que ser así? ¿No debe de guardar su turno y comportarse como todos los que estábamos allí?
Un buen amigo mío médico lo explicaba el otro día por radio.
Decía...
-Quien tiene que reclamar no lo hace, y quien no tiene motivos es el que realiza la reclamación; porque en España hemos aprendido, desgraciadamente el tan traído y llevado: "Quien que no llora no mama".
Hemos aprendido a comportarnos mal en sociedad en este país, y eso ha hecho que el que llora y grita parece que consigue las cosas y los otros no.
El que se calla, se aguanta, el que intenta colaborar, el que intenta cooperar, al callarse no consigue las cosas. Lo estamos haciendo al revés, y eso en medicina tiene un nombre: "Ley de cuidados inversos". Eso implica que el 80% de los cuidados se vuelquen sobre un 20% de personas (los protestones, gritones, maleducados, etc.); por lo que el restante 20% de cuidados recae sobre el 80 % de las otras personas (educados, no protestones, ni gritones)
La práctica totalidad de las reclamaciones, incomprensiblemente, las acaparan ese 20% de protestones, gritadores y maleducados.
Esta actitud tan española debe de cambiar.
Y yo afirmo que no solamente debe cambiar en la medicina; como bien decía Enrique, es un mal que tiene gangrenado a nuestro país, en cualquier sitio, si no te comportas con corrección te atienden y solucionan antes los problemas, y quizás ese sea el reflejo que emite el hemiciclo cuando salen en televisión los debates que en él ocurren.
"La desvergüenza llevará, más tarde o más temprano a la desventura".
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