Esta tarde paramos el coche para comprar comida para los perros en el Lidl de Montequinto; me fui directo a los sacos, y con trabajo (ya calzo cincuenta y siete) me echo los veinte kilos al hombro y me voy a la caja, esperando que me dejaran pasar.
HabĂa una cola de seis personas, la primera con una buena compra y el resto con cestas pequeñas y poco pobladas de mercaderĂas; preguntĂ©:
-¿Me dejĂĄis pasar, sĂłlo llevo esto?
No contestĂł absolutamente nadie.
Me fui directamente al final de la cola y descargué el saco en el suelo; me dice la chica de delante:
- TenĂa que habĂ©rselo dicho a la señora que estĂĄ primera.
- Lo siento(contesté) lo he dicho para todos, creo que no era necesario ir uno por uno.
La señora que estaba al principio me hace gestos, ¡Pase, pase!
No es necesario, gracias, el tema era no tener que cargar de nuevo el saco, estå bien aquà en el suelo; esperé mi turno y metà de nuevo riñones para echarme al hombro los veinte kilos del dichoso saco.
Llegamos a casa y me acerquĂ© a echarles de comer a India y Pepa, una mastĂn y una bodeguera, cuando volvĂ la cara, la mastĂn estaba comiendo relegando a la pequeña detrĂĄs de ella, no tuvo ni una pizca de civismo, no dejĂł a la pequeña comer nada hasta que ella hubo saciado su egoĂsmo.
Las de aquĂ de casa solo son perros...
Llegamos a casa y me acerquĂ© a echarles de comer a India y Pepa, una mastĂn y una bodeguera, cuando volvĂ la cara, la mastĂn estaba comiendo relegando a la pequeña detrĂĄs de ella, no tuvo ni una pizca de civismo, no dejĂł a la pequeña comer nada hasta que ella hubo saciado su egoĂsmo.
Las de aquĂ de casa solo son perros...
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