El domingo escuché a un sacerdote hablar del comportamiento de los fieles de la Iglesia Católica; ese comportamiento debe de ser lo suficientemente bueno para poder acceder al paraíso y disfrutar de la vida eterna al lado de Dios, así está descrito en el Nuevo Testamento, y así debemos cumplirlo.
En la Torá, también se busca el cielo con el buen comportamiento del pueblo judío, Yahveh así lo dicto al principio de los tiempos.
El Corán promete el jardín, donde llegarán después de la yaum al quiama (resurrección)
El Canon Budista promete el nirvana, sitio donde se extinguirán los deseos materiales prevaleciendo solo lo espiritual hasta el final de los tiempos.
Todas las religiones, inclusos las ya desaparecidas, incluyen una recompensa por los buenos "servicios prestados"; todas prometen, en nuestra jubilación como humanos, una felicidad completa si aportamos progresivamente y durante nuestra vida terrenal buenas acciones que engrosen nuestro saldo en el plan de pensiones llamado "vida eterna".
Recapacitando, he llegado a una conclusión de la que ya me hice eco en otra ocasión:
Todos estos libros indican a sus creyentes o a sus seguidores dos cosas que les son comunes...
"Amarás a tu Dios sobre todas las cosas, y a tu prójimo como a tí mismo."
Fijaros cómo es de importante la segunda parte de la frase, que los dioses, según las distintas creencias (Dios, Yahveh, Alá, Buda...) cambian de nombre pero el prójimo es para todas el mismo; y para más inri, conviven y se interrelacionan entre si.
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