Al entrar la cuaresma, el miércoles de ceniza, el sacerdote impone a los católicos, en la frente, una cruz de ceniza diciendo estas palabras:
- Recuerda que eres polvo, y en polvo te has de convertir.
El final y el principio de todo, es eso; todos hemos sido polvo y volveremos a serlo.
La vida es lo que nos pasa entre un polvo y otro polvo (espero que no lo toméis por donde me puedo imaginar), todo lo que nos ocurre, lo bueno, lo malo, lo regular, lo divertido, lo triste, lo dulce, lo amargo, todo nos pasa entre esas dos fases.
Pero hay una cosa que sĂ es completamente cierta; cuando comprendamos que somos polvo de estrellas, y tomemos consciencia de que cuando pase este lapsus de tiempo en el que hemos venido aquĂ, para aprender esencialmente que solo somos eso; volveremos a la casa del sol naciente, para vagar de nuevo infinitamente por el universo mutados en polvo de estrellas.
Cada mota, cada grano, cada pizca de ese polvo lleva grabado: una sonrisa, una lĂĄgrima, un suspiro, un amor, un beso, un dolor, en suma: esos polvos llevan grabados el ADN de nuestra misma vida.
Cada mota, cada grano, cada pizca de ese polvo lleva grabado: una sonrisa, una lĂĄgrima, un suspiro, un amor, un beso, un dolor, en suma: esos polvos llevan grabados el ADN de nuestra misma vida.
No seremos felices, ni haremos mĂĄs amena la vida a los que no rodean hasta que no seamos conscientes de esto:
Que somos polvo de estrellas y en polvo de estrellas nos convertiremos de nuevo.
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