Viendo en la serie policĂaca del canal Paramount, Los misterios de Murdoch, como los agentes escriben a mĂĄquina los partes diarios, se me ha ido la cabeza a otros tiempos.
Mi padre, q.e.p.d., se empeñó, cuando yo era muy joven, llåmese diez u once años, que aprendiera a escribir a måquina, quizås estuviera barruntando que iba a trabajar en un Banco.
Pertrechado con mi mĂ©todo, que todavĂa estarĂĄ por casa, y la mĂĄquina Royal de mi abuelo Manolo, empecĂ© a aprender a escribir a mĂĄquina.
Y bien que me sirviĂł a la hora de la prueba de acceso al Banco.
AllĂ, en el Banco, las mĂĄquinas de escribir que habĂa, creo que eran, unas Olivetti Lettera 25, rĂĄpidas y duras como el pedernal. AllĂ conocĂ a Luis Amaya, que a la sazĂłn, era tĂ©cnico de Olivetti.
En casa, mĂĄs tarde, mi padre comprĂł una Olivetti Pluma 22, mucho mĂĄs delicada que las del Banco, tambiĂ©n tenĂa muchĂsima menos tralla.
De esos artefactos hemos pasado a los sofisticados teclados de ordenador, y la hoja de papel para escribir es una pantalla, mĂĄs o menos grande, donde salen reflejados los dĂgitos pulsados en el teclado.
Pudiera ser lo mismo, pero no lo es. De antes, de los tiempos de la Royal y la Lettera, se desarrollĂł una musculatura para mover los dedos y pulsar las teclas, que todavĂa, hoy en dĂa, persiste.
Los que usan el imaginario teclado de los mĂłviles, al final tendrĂĄn musculatura solo en los dedos pulgares. SerĂĄn unos pulgares super-desarrollados, a los que habrĂĄ que buscarles nuevas utilidades.
MĂĄquina exacta a la de mi abuelo Manolo. Foto de la red. |
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