Paseo
a veces por tu calle, y al volver la esquina y mirar hacia tu puerta, te echo
de menos.
En
el parque, al caer la tarde, el perfume de dama de noche, trae a mi memoria tu
recuerdo.
El
poyete de tu casa, donde te sentabas a contemplar a la gente que pasaba por la
calle, también añora tu presencia.
El
olor a heno de pravia, recién abandonado el baño, despierta en mi olfato, otros
tiempos.
Te
recuerdo perfectamente, paseando por el porche en noches de verano, soñando a
la luz de la luna, inhalando el aroma de azahar cuando nacía la primavera.
Parece,
como si ahora mismo, estuviera bailando en la discoteca, el tan olvidado
"agarrao".
Perdura
el sabor del primer beso, del primer achuchón, el primer abrazo en la casa de Navidad.
Solías
viajar a menudo en el autobús de línea, a Sevilla, en paseos mañaneros
interminables, camino del instituto y luego del trabajo.
Te
costaba articular acordes en tu nueva guitarra, y soñabas con dominarla en tus
manos.
¡Cuánto
te gustaba, el pan con Nocilla!, y que ricos te sabían los sobaos, para
merendar, en casa de tu amigo Enrique, en la sin igual Farmacia Rossi.
Algunas
veces, también fuiste cruel conmigo, supongo que como con todos, pero esa faceta tuya, prefiero ignorarla.
Tantas,
tantas cosas...que...
Para
poder acordarme de todo ésto, que casi ya no recordaba, he tenido que
recurrir a mi diario, escrito en lo más recóndito de mi memoria; hace
tanto tiempo que no te veía, querida adolescencia, que me había olvidado de tí. De vez en cuando es bonito soñar en juventud.
Foto abadía Westmister
Un relato evocador, nostálgico y agradable.
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