QuĂ© trabajo cuesta , dar los buenos dĂas
cuando se entra en un establecimiento pĂșblico; quĂ© trabajo cuesta, dar los
buenos dĂas, a la gente que nos encontramos por la calle pasando a dos dedos de
nuestras narices; qué trabajo cuesta, ceder el paso en una acera estrecha al ó
a la que viene de frente; qué trabajo cuesta, dar las buenas tardes cuando se
sale del trabajo y decir hasta mañana; qué trabajo
cuesta, guardar una cola, sin colarse; qué trabajo cuesta, ceder el asiendo del
autobĂșs a una persona mayor; quĂ© trabajo cuesta, no gritar para no imponer tu
opinión; qué trabajo cuesta, dar las gracias a las personas que te ayudan en
algo; qué trabajo cuesta, no pitar en un semåforo al de delante, cuando el
semåforo se pone en verde y el de delante no arranca; qué trabajo cuesta, en
suma, ponernos por un momento en el sitio de los demĂĄs. Creo que no es trabajo,
es educaciĂłn, y esa es para mĂ, la verdadera clase de las personas. Y como
decĂa el otro, y asĂ se lo he dicho a mi amigo Fernando De CĂĄceres GarcĂa esta
noche, hasta para llorar,(iba a poner otra cosa) hay que tener clase. Buenas noches
y que tengåis hoy sueños con mucha, mucha, clase.
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