Esta maldita y persistente lluvia, está
acabando con mi dulce primavera; he tenido tan pocos días para aspirar el
elegante aroma del azahar en flor, que ya creo que va a ser difícil que lo
haga. Esta tarde paseando, he descubierto que huele más el suelo que los
árboles, ya que las aceras donde hay sembrados naranjos, son más unas pista de
esquí perfumadas. Sólo una ventaja veo: las mierdas de los perros,
que infectan nuestras calles a diario, por la falta de "urbanidad"
(perdón por la palabra, pero no encuentro otra), de sus amos, son arrastradas
hacia los desagües. Y las que no se puede llevar el agua, quedan cubiertas y
perfumadas por el azahar descolgado de los susodichos naranjos. Buenas noches,
buenos sueños.
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