Te acostabas soñando con él o
ella, te levantabas con ella o Ă©l en el pensamiento, durante el dĂa intentabas
concentrarte en el colegio, pero su efigie te sobrepasaba por encima de tu
consciencia y siempre volvĂa su imagen a tu mente.
Andabas melancĂłlico o
melancĂłlica, vagabundeando una mirada que te levantara el espĂritu, pero
parecĂa que Ă©l o ella, ignoraba tu existencia.
Los estĂłmagos se nos llenaban de
miles de mariposas, que parecĂan que pelearan, mientras observĂĄbamos como
esbozaba una sonrisa frente a nuestro rival.
Su perfume, el olor de su piel,
nos acompañarå siempre; y si por asomo, o por designios del destino,
encontrĂĄramos a alguien con el mismo aroma; ese olor se convertirĂĄ
automåticamente en una måquina del tiempo, que nos llevarå a nuestros años
niños.
Normalmente, este primer amor,
siempre quedarĂĄ escondido en lo mĂĄs recĂłndito de tu alma, eso jamĂĄs se olvida;
aunque ese recuerdo pueda suponer: alegrĂa y tristeza, amor y dolor, gozo y
pesadumbre, adolescencia y madurez; siempre, siempre serĂĄ el cuadro que refleje
la primera vez, que te encontraste cara a cara con el amor.
Por eso, nadie que ama, puede ser
llamado infeliz; incluso el amor no correspondido, tiene su arco iris.
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