Estoy convencido
que todo lo que tenemos en nuestra vida, está a nuestro servicio, y además nos
puede beneficiar, excepto cuando no se consume con la prudencia necesaria.
Todo lo creado es
beneficioso, incluso los venenos de las serpientes son utilizados para
descubrir antídotos para los mismos.
El secreto creo
está, en no abusar de nada. Los abusos al final se tornan en restricciones.
Viene a cuento esta
entrada, porque hoy quiero hablar del tan: necesitado, enganchado, denostado,
interferido, amado e incluso adorado móvil, o celular como dirían los
sudamericanos.
Una noche me contaba
una amiga, que esperaba a un compañero en una ciudad de la costa del norte.
Viendo que no llegaba, lo llamó al móvil, (él vivía en Sevilla, y tenía que
coger un avión ese día para subir) . – Dónde andas?, le preguntó; -Estoy en la
playa, (contestó él). – En que parte? Para ir a buscarte; - Al lado de la peña.
– En qué peña? si en esta playa no hay peñas?; - Aquí en Matalascañas.(contestó
él) –Pero si tenías que coger el avión esta tarde para venirte para arriba……
Confusión arreglada con una llamada de móvil, y viaje super-rápido.
Otras veces, el
móvil es tan pesado que hasta piensas en dejártelo olvidado en algún sitio a
ver si se calla de una puñetera vez.
Otros, comen,
pasean, duermen, y hasta sueñan con el móvil al lado; incluso tienen la osadía de conducir, montar en bici, o cruzar un paso de peatones con niños y mirando el dichoso aparato.
Lo peor de todo, es
que cuando lo necesitas de verdad….; o está fuera de cobertura, o se acabó la batería, o está apagado,
o al que llamas ha tomado la decisión anterior y se lo ha olvidado; cuando más
lo necesitas, es cuando menos funciona. Pero sigo considerando que es
beneficioso, usado con prudencia.
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