Dime cómo te levantas y te diré cómo te va a ir el día.
La verdad es que hay gente que se levanta por la mañana y lo más necesario que podrían hacer es acostarse otra vez, y que se peleen con la almohada dejando a los demás en paz.
¿Se puede subir uno al autobús a las nueve de la mañana, despotricando de todo lo habido y por haber y molestando a los que viajan a esa hora, y lo más peligroso, al conductor?
Señor, pues váyase usted andando y por el camino le va dando patadas a los troncos de los árboles a ver si así se le pasa "la mala leche".
La felicidad de cada uno depende, nada más, que de cada uno, de la forma en que se toma las cosas, de la manera que las afronta, y de cómo se intentan las soluciones pertinentes a los problemas, que como es natural, van a aflorar en la vida cotidiana.
Si solo ves el aspecto negativo de las situaciones, al final, se convertirán en situaciones negativas, por el contrario, si buscas en cada cosa la felicidad, posiblemente las cosas salgan mejor.
Las circunstancias, los problemas, las tribulaciones, las decepciones, los disgustos aparecen cada día, y depende muy y mucho de cómo te lo tomes.
Lo peor de todo esto, es que también se inculca la negatividad, el miedo, y la infelicidad en los genes, y por lo tanto se los dejamos de herencia a nuestros hijos/as y ellos a los suyos/as.
El que crece inmerso en el temor a todas las cosas, al final se convierte en un temeroso, el que discurre su existencia sumido en la negación y en ver el lado negro en todo, su vida va a transcurrir por esos derroteros, en la oscuridad.
En estos casos, si algún cenit determinado en la existencia, no hace que cambies el chip de comportamiento, seguirás toda la vida igual, y lo que es peor, contagiarás a los de al lado, y estos a los de su lado y así sucesivamente.
La mente es la mente; y las circunstancias, son las circunstancias.
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