En estos días la tortilla, esa tortilla inmensa que es este descontrolado mundo en el que vivimos, este batiburrillo sin sentido en que se ha convertido nuestra existencia, se ha dado la vuelta.
Los valores que imperaban hasta hace solamente quince días, se han ido al carajo, al que está en el palo más alto del barco.
Ahora, lo que antes no valía un penique de madera, ahora vale su peso en oro; lo que hace poco era imprescindible, impensable no tenerlo, ahora mismo no nos importa lo más mínimo, si salimos de esta.
Y una de esas cosas de las que adolecíamos hasta hace dos semanas, una de esas virtudes que se había cuasi esfumado de nuestro día a día, una de esas cualidades olvidadas, una de esas excelencias que dormían en el olvido, por arte de la magia del corona-virus, ha vuelto a despertar, y con fuerza.
Hay gente que se ofrece a dar de comer al que lo necesite, jóvenes para hacer recados y llevar comida a los abuelos, personas mayores que dedican su confinamiento a hacer mascarillas, empresas que fabricaban otras cosas, que elaboran material de seguridad para médicos y enfermeros, deportistas (más bien pocos) que deciden devolver algo de lo que recibieron de sus seguidores, grandes ricos (algunos) que ponen un poco, o un mucho, de su dinero al servicio de las necesidades de todos, personal que aplaude a diario a los que se preocupan por ellos; en fin humanos que han descubierto ahora esa bondad, que existía desde tiempos remotos, pero que se había difuminado entre móviles, dinero, consumo, coches, felicidad encubierta, bienestar ficticio, egoísmo, y un sinfín de virus que nos estaban corroyendo poco a poco nuestro alma.
La generosidad ha despertado de su profundo letargo, ha abierto sus brazos para acogernos en estos momentos tan difíciles que estamos teniendo la oportunidad de vivir, y por suerte, (no toda la suerte que desearía) se está apoderando del corazón de muchas personas.
¡Necesitábamos una cura de generosidad!
Pero ojo, no podemos volver a olvidarnos de la generosidad; no podemos, aunque esto termine, enterrarla de nuevo hasta que la despierte otra catástrofe como la de estas dimensiones; la generosidad debe prevalecer eternamente, pero para eso la debemos ensalzar día a día y ejercerla; porque si no, la generosidad será como: la educación, la bondad, el buen hacer, la dulzura, la ternura, la benevolencia, la cordialidad, la tolerancia, la sensibilidad, la amabilidad; todas estas virtudes, incluido el amor, actualmente son como un dulce licor, o como el mata-ratas mismo, cuanto más se usa, menos efecto tienen.
No nos olvidemos nunca de usar la generosidad.
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