Cada vez que ocurre una cosa mala, desagradable, dolorosa, en tu vida, todo el mundo te aconseja encarecidamente que lo olvides, que lo pases a esa parte de la memoria oscura que solo aflora si lo buscas detalladamente, pero que procura opacar los malos recuerdos para hacerte mejor la existencia.
Muere alguien de tu familia...
Después de un período de luto lo mejor es olvidar.
Te traiciona tu pareja y se marcha con otro...
Guarda un período prudencial de luto y arrincónalo en tu mente.
Te han tratado mal tus hijos o tus padres y madres...
Procura omitirlo de tu memoria para que no te haga daño.
Pero yo no estoy completamente de acuerdo con estas aseveraciones.
Lógicamente después de un mazazo importante en tu vida, de cualquiera de las índoles, es necesario guardar un período de luto, y no por el luto en sí, sino porque lo que ha pasado lo tienes que digerir, lo tienes que comprender y finalmente te lo tienes que tragar, porque si no te lo tragas, eso si que sería malo.
Y a partir de ahí, es cuando se dice que hay que intentar olvidar lo que pasó, que la vida sigue, y que hay que vivirla; pero yo no estoy totalmente de acuerdo.
Si no recuerdas lo que pasó, creo que lo estás reviviendo continuamente y no das nunca por finalizada la tortura moral que significó aquello para ti; en cambio, si cada vez que sea necesario lo rememoras, si lo evocas, comprenderás que eso llegó a su final por muy duro que sea ese final.
Y si tienes la suerte que una muerte se te cure con un nacimiento, un desamor con otro amor, un desplante con un beso o un abrazo, o cualquiera de las ofensas con una petición de perdón, entonces...
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