Era todavía prácticamente una niña, con once o doce años; estaba visitando en la Torre de Calahorra que hay en el puente romano de Córdoba el museo vivo de Al-Andalus, y cuando entró en la sala donde se ubican las herramientas y aparatos sanitarios que empleaban nuestros antepasados andalusíes quedó extasiada.
Observaba los escalpelos de bronce con los que operaban a nuestros paisanos hace casi mil años, cuando sintió un picotazo en la mano derecha; fue como el pinchazo de una aguja hipodérmica, no tenía remedio, la habían inoculado, y ya en su mente solo había una meta, ser una "marveliana".
Estudió, se preparó, aprobó todos los exámenes de "marveliana", y fue aceptada, por lo que pasó a formar parte del grupo.
Durante su vida laboral fue menospreciada por muchos dirigentes, fue ninguneada con los recortes que hicieron en su momento los políticos de turno, le decían que trabajaba poco, que vivía muy bien, que si patatín, que si patatán...
A veces, algún que otro compañero metía la pata, sencillamente porque no era una "marveliana" o "marveliano" de verdad, a esos, no les había picado nunca la "araneae enferconina".
Vivía entregada a su trabajo, estudiando en las clases, porque una "marveliana", debe de estar siempre al loro de todos los nuevos sucesos, siempre formándose.
Pero llegó un día fatídico en el que la población entró en peligro grave, un peligro muy importante, que podría acabar con la vida de mucha gente; una pandemia que se extendía como una mancha roja por los mapas que dibujaban en las noticias.
Entonces, mi heroína y todos/as sus compañeros/as "marvelianos" no tuvieron dudas, y entraron en ese vestuario de máscaras en el que entran a diario; se quitaron su ropa de calle y en un plis-plas se introdujeron en su traje de súper-héroe, y ¡A la lucha!.
Después de que lo poco que quedaban eran recortes ,de los recortes; después del estrés acumulado durante tantos meses, años diría yo, por la falta de personal; después de tantas críticas a la sanidad pública andaluza, sin rechistar, sin inmutarse, se pusieron su ropa blanca, verde, azul o en algunos casos rosa, y con sus vehículos especiales: ambulancias, carritos de medicinas, camillas, camas; maquinaria sofisticada: respiradores, pulsómetros, termómetros, aparatos para tomar la tensión, jeringuillas, fonendos, etc. y con ese anagrama que los distingue en el pecho grabado, se fueron a por el "puto" coronavirus.
Estos y estas son los SANIT-MAN y las SANIT-WOMAN.
Están dando la cara en primera línea de fuego para intentar contener la pandemia, contra viento y marea, con muchos por arriba que solo hacen entorpecer y a veces manipular.; pero ellos y ellas siguen adelante, inmutables...
Están dando la cara en primera línea de fuego para intentar contener la pandemia, contra viento y marea, con muchos por arriba que solo hacen entorpecer y a veces manipular.; pero ellos y ellas siguen adelante, inmutables...
Ya tengo el foco preparado, cual cómic de Marvel, para llamarlos/as en cuanto sea necesario, como siempre: ¡No fallarán!.
No son las ocho de la tarde pero como si lo fueran, mi aplauso a estos y estas super-héroes. 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
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