¡Ay la juventud! ¡Cuanto te echamos de menos en tantas ocasiones!
Pero que cruel eres con la madurez.
En el momento que el adolescente crece a joven y toma conciencia del poderĂo que conlleva esta etapa de la vida, como buen prepotente (mĂĄs poderoso que otros, muy poderoso), empieza a ser prepotente en su segunda definiciĂłn: que abusa de su poder o hace alarde de Ă©l.
La juventud conlleva un apasionamiento por todo lo que haces, por todo lo que descubres que se puede hacer, vas cambiando tus inclinaciones, vas modificando tus preferencias, mudas tus afectos, pero siempre con esa soberbia innata de la inmadurez.
En la juventud te entregas a todo lo que inicias, a las personas, a la gente; pero con el paso del tiempo, en la metamorfosis que conlleva el cumplimiento irremisible de los años, te vas dando cuenta que muy pocas cosas merecĂan la pena.
Por eso dicen siempre que es bueno ser un poco niños, aunque seamos mĂĄs viejos que el hilo negro, que el andar para adelante (no me imagino de quĂ© puede servir andar para atrĂĄs, mejor te das la vuelta y andas para adelante, ¿no?.
En fin la vida es un cĂșmulo de sucesiones, nos estamos vendiendo continuamente, nos estregamos, nos dejamos llevar, y al final, nos rendimos.
"Vendemos la juventud a las pasiones y la edad madura al desengaño."
Pues yo no estoy dispuesto a rendirme aunque esté completamente desengañado.
¡Vamossss!!!!!!
Foto extraĂda de la pĂĄgina: istockphoto.com |
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