OTRO SÁBADO SANTO.

Amigo Eustaquio Barrera, desde que te fuiste, la Señora no ha vuelto a salir a la calle, está "guardando luto" seguramente por un hombre que dedicó tantos días a: engalanar la capilla, el altar, su trono, y el paso donde recorría procesionalmente Sanlúcar.

Cuando te saludé aquella noche del 17 de agosto, supe a ciencia cierta que posiblemente no te vería más; fui feliz al comprobar que habías vivido la procesión extraordinaria en plenitud, aunque fueras en silla de ruedas ayudado por ese pedazo de mujer que es Ana, ya estabas muy cansado.

Desde ese momento que te abracé, empecé a asimilar que pronto le pondrías los claveles blancos de nubes, le montarías un palio de rayos de sol iluminado con una candelería de luz de luna; comprendí que no tendrías que encender más velas que se apagaran con el viento, fui consciente que escucharías marchas celestiales de querubines; y cuando descansaste por fin, querido amigo,  mi única oración hacia Ella fue: "Madre, dale una nueva vida".

Fuiste un tío cabal, siempre me respetaste, y hoy Sábado Santo, tu sábado, el mío y el de tantos sanluqueños tengo el placer de dedicarte a tí, amigo Eustaquio, mi estación de penitencia de este año. Donde estés hermano, ruega por nosotros, que falta nos está haciendo.

Me despierto por la mañana, rezo mi avemaría, me levanto, me lavo, desayuno, y lo primero que hago temprano es coger un clavel blanco que reposa en agua, y colocarlo en una jarrita que tengo delante de una foto Tuya, como si estuviera colocándoTe los claveles en el paso, como cuando ayudaba a Rubillo "El Pelao" hace tantos años.

La hora de la liturgia aplaca un poco mis maltrechos ánimos, está allí, me mira, La miro; Le pido, me da; Le susurro y me mira de nuevo; Le rezo, y sus lágrimas me hacen comprender que hay muy pocas cosas que merezcan realmente la pena.

Vuelvo a casa, enciendo una pastilla para quemar un poco de incienso y perfumar mi morada como Su morada, para oler Su perfume, para respirar un poco Su aroma. Se acerca la hora de la tarde en que he de acompañarLa; como todos los años paso por la ducha, me arreglo, me coloco mi hábito de lana azul: chaqueta, corbata, pantalón a juego; pin de le Hermandad y medalla con cordón blanquinegro.  Y antes de salir de casa, camino de la capilla para asistir al acto penitencial, tengo a bien colocarme este nuevo antifaz negro que nos acompaña desde hace un año a todos lados, que tiene el mismo olor, que causa el mismo problema en los cristales de las gafas, que también distorsiona tanto la voz como los antifáces que componen el hábito tradicional de la cofradía. Me dirijo a la Capilla por el camino más corto, sin hablar con nadie; y el sol me descubre, cuando me ilumina la cara, una nueva forma de ver, de oler, de oír, de tocar y de sentir un Sábado Santo; asistiré al acto penitencial, una diferente manera de verlo, pero con una sola meta y un solo destino, estar junto a Ella. Conforme llego a la Capilla, al primero que veo es a mi padre, que está saludando a Faustino Valdés que charla amigablemente con Juan Gallardo; Damián y Pastora también esperan la salida porque hoy seguro que no va a llover; el Palomo preparando su garganta para cantar saetas con Pablito; Manolo Castaño, con sus lágrimas saltadas, esperando que todo termine bien y que sea una Semana Santa como a él le gusta; y mi amigo Eustaquio Barrera, que tímidamente, como un niño pequeño y novato que entra por primera vez en el colegio de niños mayores, se asoma por entre las nubes para encender la candelería con las estrellas del firmamento... ¡Cuántos hermanos y hermanas en las puertas del cielo, por Dios! "Estar junto a Ella, in situ, en el pensamiento, en la memoria, en el corazón, en el cielo, en la tierra, e incluso en el infierno, en todos lados, porque lo importante es..." "Estar con Ella, estés donde estés" Feliz Sábado Santo.

Foto hecha por mí.