Recuerdo que hace unos años me fracturé, por aplastamiento, el dedo pulgar de mi pie izquierdo; la venda de rigor junto con otro dedo, y la espera paciente a que el dedo soldara.
No volvió a quedar como estaba, pero da el avío.
Y así, desde entonces, hay dos sitios donde...
Me pisen, me tropiece con la base de la cama, se me caiga algo encima, y un mil etcéteras los golpes van siempre al mismo sitio.
Uno, el susodicho dedo "gordo" del pie, y el otro, más común en todos y en todas, el callito del dedo meñique del otro pie.
Cuando te has hecho daño, por ejemplo, un corte en una mano; todos los rozones, todos los toques, al mismo corte.
¿Por qué el destino tiene la puñetera manía de atacar, en los accidentes, a las partes más dolorosas del cuerpo?
¿Por qué todos los porrazos van al mismo sitio?
Donde te duela, no lo digas nunca, porque ahí es donde te atacarán los desalmados y las desalmadas.
Tienen la suficiente mala leche para hurgar en las heridas más profundas y más dolorosas; ante este panorama, un "porracillo" en un callo, es una nimiedad, ¡Pero coño, duele!
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Foto de mi amiga Juani Mora. |
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