Ayer, como casi todos los días, salí a pasear y a hacer las comprillas diarias.
Un señor, unos metros más allá de la puerta, estaba, como mucha gente, hablándole al aire.
Pinganillo inalámbrico en la oreja, y muy probablemente, el móvil en el bolsillo.
La conversación mantenida con el interlocutor, o interlocutora, no tenía desperdicio...
- ¿Mi hijo?
- Mi hijo no tiene capacidad para hacer eso; ni tiene, ni la va a tener nunca.
¡Joder!
Estuve a punto de decirle:
¿Tú qué sabes a dónde llega, o puede llegar tu hijo si no lo dejas progresar?
¿Le has pedido que haga algo por primera vez sin ejercer como censor?
¿Le has abierto la puerta a su desarrollo personal?
¿Has intentado pedirle alguna vez que haga algo?
Cuando ha hecho alguna cosa por motu propio, ¿Lo has apoyado incondicionalmente?
O eres de los que crees que cuando te mueras, tus hijos andarán vagando por las calles sin tener donde dormir, sin ropa que ponerse, o sin tener qué comer porque no estás tú.
Seguro, seguro que cuando faltes, la vida de tus hijos continuará, siempre continúa.
Procura animarlos a que emprendan cosas por sí mismos, pero sin ser aguafiestas, y nunca, nunca juzgues la capacidad de tus hijos, y menos en público o ante terceros.
En fin, no se si lo que escuché iba por ahí, pero por si acaso.
Todos los padres y madres mueren algún día, yo incluido; y la mejor herencia es haber dejado a tus hijos crecer, equivocarse, rectificar; caerse y volverse a levantar; y por supuesto, mientras estés, siempre a su disposición por si te piden ayuda.
Orgulloso de mis hijos, no sé si ellos lo estarán de mí.
![]() |
Foto de mi colección particular. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario