La canción de Luis Fonsi nos conmina a realizar las cosas despacito, muy despacito...
Quiero respirar tu cuello despacito,
deja que te diga cosas al oído,
para que te acuerdes si no estás conmigo.
Quiero desnudarte a besos despacito,
firmo en las paredes de tu laberinto,
y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito.
Todo un alegato para hacer las cosas despacio, con la pausa necesaria para que todo salga bien y teniendo tiempo de sobra para disfrutar del trayecto que hay que recorrer para conseguirlo.
Si bien las cosas buenas pasan demasiado rápido, hoy en día se corre excesivamente, queremos comernos el mundo en un rato, y un mundo tiene mucho que tragar y obligatoriamente mucho que masticar.
Los médicos aconsejan masticar despacito, tráfico conducir despacito, los sexólogos que hagamos el amor despacito, los maestros que leamos los libros despacito para asimilar mejor lo que leemos, si vas a leer en público el que te enseña te dice que tienes que hacerlo despacito y así sucesivamente.
Si todo es conveniente, necesario, preferible, adecuado, apropiado, beneficioso, ventajoso, provechoso, fructífero, positivo, placentero, y totalmente oportuno hacerlo despacito...
¿Por qué coño vamos corriendo a todos lados y hacemos las cosas a la carrera?
Mucho antes que Fonsi cantara despacito; Fernando VII, a la sazón rey de España siete generaciones antes que nuestro actual rey Felipe VI, le dijo a un sirviente novato que no atinaba a vestirlo para una reunión importante:
-"Vísteme despacio que tengo prisa"
Eso hubiera sido, para que el paje le hubiera echado cojones y jugándose la vida le hubiera contestado:
- ¡Pues se hubiera su majestad levantado antes y hubiéramos ido más despacito! Nananana nanana nanana.
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