Mucho se ha hablado de que si no estás en disposición mental y anímica de sanarte, es difícil que, por mucho que los profesionales de la sanidad lo intenten, llegues a conseguir la sanación.
Dicen que el curarte, en la mayoría de los casos, debe de empezar por uno mismo, desde nuestro interior, desde dentro.
Es seguro de que tienen razón; ya dije un día, que el que se muere es porque quiere, o bien no tiene cuerpo donde vivir que es otra cosa; ha habido infinidad de curas milagrosas debido al interés del espíritu de la persona para salir adelante, para progresar en la enfermedad, y para sobrevivir a ella.
Un ejemplo vivo de lo que digo es mi madre, sigue luchando día a día, hora a hora contra las controversias que le presenta su cuerpo, y ahí sigue.
Ahora bien, hay una enfermedad que está contagiando a la masa de enfermos que pululamos a diario por la ciudad, que para ella, ni siguiera la telepatía, ni el yoga, ni la medicina tradicional china, ni la curación por magnetismo, ni el reyki tienen solución; ese virus maligno, no se si inoculado adrede para ir quitando a gentes de las listas de espera, se está asentando definitivamente en hospitales y centros de salud; y creo firmemente que es más costoso luchar contra esta infección que contra el resto de enfermedades.
Conozco a un "tipo" que se rompió el húmero y el radio en febrero, y a día de hoy solo le han aplicado veinte sesiones de rehabilitación, le quedan bastantes, pero de momento desconoce cuando empezará de nuevo; por la cita, seguramente sea en noviembre. Ese "chaval" ya ha sido infectado de este nuevo virus, el virus de la burocracia y de la desidia administrativa, y no os quepa duda que va a acabar con mucha gente esta maldita pandemia que ya nos acecha.
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