Tengo muchos amigos y amigas que se apellidan Cantos, tambiĂ©n los hay que su apellido es en singular Canto; buenas gentes que conviven a diario en mi ciudad; pero hoy me quiero referir a otros cantos, a esos cantos ridĂculos, repetitivos, que se asemejan a los quejidos de las Williams cuando devuelven la bola en Rolland Garros o en Wimbledon, esos cantos que se tiran diariamente unos polĂticos a otros, esas pedradas de las que ya estamos hastiados.
Los polĂticos de turno nos embaucan con cantos de sirenas a diario; unas sirenas que eran determinadas por Ulises como:
Genios hĂbridos, seres similares a las ninfas, que dependiendo de la versiĂłn del mito eran tres, cinco o incluso ocho. VivĂan en el mar Tirreno muy cerca de lo que hoy es Sicilia. Su cuerpo era de ave con rostro de mujer (nada que ver con la Ariel de Walt Disney), por lo que no tenĂan aletas, sino alas para poder volar, lo de la cola de pez fue muy posterior a esto.
Una de sus principales caracterĂsticas era su voz, ya que poseĂa una inmensa dulzura y musicalidad. Gracias a ese don, atraĂan a los barcos de marineros que quedaban prendados por su sonido; tan embelesados quedaban, que incluso saltaban del barco para poderlas escuchar mejor, eso sĂ, perecĂan ahogados en el mar.
Si trasponemos los cantos de sirena del mar Tirreno de Sicilia a los cantos de sirenas y"sirenos" de los polĂticos de turno de hoy en dĂa, mĂĄs o menos tendremos la misma descripciĂłn y como consecuencia los mismos resultados; los marineros(votantes) se dejan embaucar por los cantos de las sirenas y "sirenos" (polĂticos y polĂticas) antes de llegar a las urnas; tanto se dejan atraer, que se tiran de cabeza para estar mĂĄs cerca de ellos y ellas y al final se ahogan y nos ahogan.
Cantos, tantos cantos, que ya me desconciertan...
Pero lo que si echo de menos muchas veces a la hora de la merienda es, como comentaba el otro dĂa, otro tipo de canto: un bollo de medio kilo, abierto por la mitad, la miga retirada, una buena cantidad de aceite puro de oliva, dos buenos cucharones de azĂșcar y vuelta a poner la miga.
¡Que ricos estaban los cantos de aceite y azĂșcar, por Dios!
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