Por estos lares en los que resido, por estas tierras marianas somos muy adictos a los pregones.
Si bien los pregoneros eran en un principio empleados de los ayuntamientos o las casas consistoriales, y cuya obligación consistía en una especie de página web de las mismas corporaciones.
Con su uniforme de pregonero, con su gorra de plato y con su trompetilla, eran los encargados de avisar al pueblo de todo tipo de eventos, actos sociales, inauguraciones, vacunaciones, competiciones, y un sinfín de actos más.
Tienen su origen en los "praecones" romanos, heraldos y demás anunciadores.
Hoy en día hay otros tipos de pregoneros como los pregoneros artistas, que son los encargados de llamar a las gentes para que disfruten de algunas determinadas fiestas, haciendo alusión en sus panegíricos más o menos extensos de la fiesta a resaltar, llámese: Carnaval, Semana Santa, Feria taurina, San Fermín...
A lo largo y ancho de la extensa geografía de nuestro país, cada fiesta, cada aldea, cada pueblo y cada ciudad tienen un pregonero/a determinado/a para sus fiestas.
El otro tipo es el que, también se sube al atril, habla a un micrófono, es empleado público, y a veces, ni él mismo se cree lo que pregona, marcándose unas peroratas que cada vez interesan menos a nadie.
Mi amigo Manolo me dijo un día cuando me eligieron pregonero de la Semana Santa:
"Cuidado amigo Bou, que un sermón largo es un "meneaero" de culo"
Y si encima de lo que se habla en los pregones de estos últimos ya nos hastía, pues...
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