No obligues a nadie a quererte, mejor oblĂ­galo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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08 julio 2013

EL OCÉANO DE LA VIDA.

Nacemos, a la orilla del océano, en la misma orillita, sentados, recibiendo el dulce vaivén de las olas que se acercan lentamente hacia nuestros pies. Continuamente vigilados por nuestros padres, que nos protegen de las grandes olas, y nos enseñan, acompañåndonos, a bañarnos un poco mås adentro cada vez.
Nos ponen crema, para ahorrarnos sufrimientos nocturnos, nos dan de comer, y nos inculcan las dos horas de digestiĂłn, nos cambian, nos secan y nos mudan de ropa.
Casi sin darnos cuenta, tomamos conciencia de que tenemos que aprender a nadar solos, empezamos con poco y alcanzamos lo mĂĄs; o por lo menos lo intentamos. Cometemos imprudencias, nos relacionamos con otras gentes de nuestra edad, que tambiĂ©n se bañan, y van pasando los veranos, en una vida pausada, disfrutando de la playa, respirando un ocĂ©ano reparador, constructor de sueños, que cada año dominamos mĂĄs, conocemos sus mareas, cuĂĄndo va a venir el levante o poniente, a quĂ© hora sale el sol, a quĂ© hora se asomarĂĄ la luna, cuĂĄntas estrellas iluminarĂĄn el firmamento, cual es el mejor dĂ­a para salir de pesca….etc.
MĂĄs un dĂ­a insospechado; el ocĂ©ano te quiere demostrar que el que manda es Ă©l, el que determinarĂĄ tu existencia es Ă©l, no tĂș, y en un abrir y cerrar de ojos, un tsunami arrastra las sombrillas, barcas, toallas, neveras, tumbonas, butacas; empiezas a dar vueltas y vueltas, intentando buscar el equilibrio y sacar la cabeza a flote para poder por lo menos respirar, y logras emerger, en medio de un ocĂ©ano inmenso, sin saber hacia donde nadar.
Nadas y nadas, y nada, no aparece la tierra firme; cambias el rumbo,  nadas y nadas, y nada; hay gente que te encuentras nadando, y que te animan a seguir, que han aprendido a pescar y te enseñan, que han aprendido a  bracear sin angustia, a reponer fuerzas,  y te hacen aprenderlo, y asĂ­ hasta que el ocĂ©ano quiere, y cuando estĂĄs rendido de tanto nadar, te acurruca entre sus espumosas olas y te lleva a tierra firme. Cuando llegas a la playa, cansado, exhausto, te das cuenta que ha merecido la pena haber aprendido a nadar, o….. a vivir.

Buenas noches, y espumosos sueños (si puede ser, espuma de cerveza, mejor).

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