Hace muchos años, a un compañero
ya mayor; le reñía el jefe, porque había descuadrado los balances de fin de
año, y hubo que buscar la diferencia durante bastantes días.
Llamándolo al despacho, le increpó diciéndole: ¿Qué tiene que decir a
eso?.
Mi compañero le contestó, sereno,
pausado, casi sin inmutarse: Si yo no me equivocara, me llamarían San Miguel,
pero como me equivoco, me llaman Miguel a secas. Buenos días. Y dando media
vuelta se marchó a su puesto de trabajo.( No se si fue realmente así o hay parte de leyenda en ello).
Vivimos en esta sociedad…… demasiados
pocos santos; creo que todos en nuestra corta, mediana o larga vida, hemos
cometido muchas equivocaciones, demasiados errores, diría yo.
Por ello, a los santos hay que
ponerlos en su sitio, los altares; el resto de los humanos, tendremos que conformarnos
con intentar arreglar los desaguisados producidos por nuestros errores: reponer
las cosas robadas, perdidas, rotas, deterioradas; restañar los corazones
pisoteados, retirar las palabras nocivas o dañinas, vestir de nuevo a quien
hayamos desvestido, desinfectar y cicatrizar las heridas abiertas, y claro
está, seguir errando, porque al final es la única forma de ir viviendo y
aprendiendo a vivir.
El hombre o la mujer que comete
un error, y no lo corrige, comete otro error aún mayor (Confucio).
Sólo hay un brebaje, que puede
mitigar esa sed intensa que te produce errar o equivocarte con los demás, un
jarabe, que aunque no podrá curar esa desazón, si podrá permitir, en la mayoría
de las ocasiones, el poder dormir; se llama pedir perdón.
Buenas noches, y que el perdón
inunde vuestros sueños.
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