En esta mi ciudad, el verano está
plagado de fiestas. Las celebraciones van por barrios, unos barrios
emblemáticos, que se engrandecen durante unos días, más que sus semejantes.
Una vez pasado el Corpus y hasta
que el otoño asome su cabeza por entre las fechas del almanaque, vivimos veladas al relente de
la noche, refrescadas con el trabajo de los y de las que están detrás de los
mostradores, alimentadas con el trabajo hecho en casa y expuesto para el
deguste del visitante, y amenizadas por aficionados, que dan lo que tienen y
saben, para colaborar con la organización.
Empieza el estío con Él, que es
duro como la roca, que está cobijado entre murallas de piedra, y se pasea
sentado en un inmenso sillón; continúa una la Señora que nos transmite sosiego,
que asiste nuestra alma estresada, que apacigua nuestro ser.
De la mano vienen, la que es la
Viña de Dios, y Él, el que cambia, patrona de los marineros y patrón de España
y nos acompañan hasta bien entrado el mes de julio.
En agosto, parece que cerramos
por vacaciones, retomando las visitas a los barrios en Septiembre, el barrio de
Él, que está cargado de espigas, que se convirtieron en flechas de caza,
patroneando esta nave que es Sanlúcar la Mayor. Y en los albores del otoño se
despide el verano con la Guirnalda de Rosas, cerrando las fiestas y veladas
estivales el siete de Octubre.
Disfrutad de nuestro verano,
también como antaño, recorriendo los barrios, acompañando a los que lo hacen
posible y colaborando con las hermandades y asociaciones.
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