Al final de la reconquista habĂa muchas religiones que convivĂan en esta España recientemente unificada; a partir del siglo XV una cantidad ingente de judĂos se vieron amenazados por una incipiente inquisiciĂłn.
Los que no marcharon de Iberia, se proclamaron judeoconversos, estos judĂos de la penĂnsula iberica (España y Portugal) se judaizaron; es decir, se convirtieron exteriormente al cristianismo acatando las enseñanzas y ritos de la Santa Madre Iglesia, pero siguieron observando clandestinamente sus costumbres y su anterior religiĂłn.
Esta forma de actuar fue justificada por los rabinos, con el argumento de que los judĂos podĂan (incluso debĂan) fingir convertirse a otra religiĂłn si creĂan en peligro su vida, estando exentos de cumplir aquellas prĂĄcticas, en pĂșblico, y del culto que pudieran delatarles; sĂłlo se les exigĂa en Ășltima instancia que mantuvieran viva la fe en sus creencias. Ya llegarĂan tiempos mejores.
A estos se les denominĂł, y se les sigue denominando: marranos.
Vocablo ya incorporado por la histografĂa a otros idiomas: catalĂĄn, portuguĂ©s, francĂ©s, inglĂ©s y aleman. No es lo mismo ser un convertido, que un converso.
No se de quĂ©, pero esta forma de actuar, de acatar cosas en pĂșblico para evitar castigos, y de seguir actuando segĂșn sus convencimientos sin ningĂșn tipo de pudor, me resulta demasiado familiar.
En fin...
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