Esa chica nunca fue buena, junto a ella nunca me salieron las cosas bien, y mira que me ha sucedido veces, pero en pocas ocasiones he tenido la dicha de acertar.
Llega a los sitios por muchos motivos; por dejadez, por abandono, por falta de previsiĂłn, necesitamos su compañĂa para arreglar las pĂ©rdidas de tiempo, y luego pagamos la consecuencia de su compañĂa.
Solemos liarnos la manta a la cabeza cuando estamos descabezados, sin recapacitar, y después...
Si comes con ella, comes el doble y engordas mĂĄs, es amiga e Ăntima del estrĂ©s, y algunas veces te puede llevar a la sinrazĂłn por querer hacer mĂĄs cosas de las realmente posibles de realizar.
Hay un momento en el que, al no despegĂĄrtela de la espalada, el dĂa cada vez tiene menos horas, cada vez tienes menos tiempo, y terminas sin tener tiempo para nada.
Por mucho que corras, ella corre bastante mĂĄs, y cada vez te exige mĂĄs, en cada momento te aprieta mĂĄs, hasta que prĂĄcticamente te vuelves loco.
Desde muy pequeño, mi madre me lo repetĂa cada vez que yo le increpaba diciĂ©ndole que me arreglara pronto para ir a la Feria, o a ver las cofradĂas:
¡VĂsteme despacio que tengo prisa!
Y al final he confirmado que eso es completamente cierto, la prisa nunca es buena, nunca fue buena, normalmente las cosas realizadas con prisa salen hechas un desastre.
Nunca tengas prisa, ni nadie que te la meta...
¡La prisa, por Dios!
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