No se por qué, pero cada vez te veo más cuando estás a punto de llegar; te diviso desde lejos, y cuando eso sucede me pongo demasiado nervioso, porque como bien sabes, no soporto tu compañía; en el trabajo tampoco te soporto, y menos cuando los jefes me incitan a tratar contigo, me sudan las manos porque no soporto tu compañía.
Si llamo a algún amigo o amiga para quedar y tomar una copa, algunas veces te intuyo por el auricular del teléfono, tu presencia se hace presente, y se a ciencia cierta que has llegado cuando cuelgo la llamada. En el whatsapp (que por cierto es what´s up? ¿Qué tal? y app textualmente: aplicación del ¿Qué tal?), me pasa tres cuartos de lo mismo, conforme voy recibiendo los mensajes escritos, te veo llegar.
En la tv, en la radio, en el periódico, y en las noticias que circulan por las redes sociales ni te digo, estás tan extendida, maldita seas.
He prestado dinero a amigos e incluso antes de darles los euros, ya te presentía en sus conversaciones, en cómo me lo pidieron, en cómo me dijeron cuando me iban a pagar; te haces presente en tantos momentos de la vida, y me caes tan mal...
Fíjate que mal me caes, que cuando no he tenido más remedio que convivir contigo en algún momento de mi vida, y porque no ha habido más narices que hacerlo, para salvar un escollo muy grave, me ha sido casi imposible llevarte a mi boca, y me ha costado sangre, sudor y lágrimas.
No soporto tu compañía, y por ende, no soporto a los que viajan contigo continuamente, no me agrada compartir mi tiempo con los que te utilizan para beneficiarse de tu falso testimonio, no puedo, es superior a mis fuerzas.
Esta fobia se la debemos mis hermanos y yo a nuestros padres; una de las mayores fechorías que podíamos cometer era utilizar la mentira; es la que tenía mayor castigo, y con esa educación, es muy difícil que no me salga urticaria cuando te rozo, porque ¡No soporto tu compañía!.
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