DespuĂ©s de un tiempo en la oscuridad gestando un nuevo dĂa, poco a poco la luz del alba va despertando los sentidos; despuĂ©s de un tiempo placentero descansando en el lecho hay un momento en el que suena el despertador del Ăștero y no tienes mĂĄs remedio que ver la luz del dĂa que va iluminando poco a poco todo, va coloreando el paisaje y va componiendo una banda sonora para la nueva jornada.
Sales al exterior una vez aseado y vestido y entras en una vorĂĄgine diaria por la supervivencia, aprendes, vas sacando presuntuoso la cabeza, estĂĄs fresco, reciĂ©n descansado y te quieres comer el mundo; te relacionas con gente, y vas creciendo en inteligencia y aprendizaje, cada segundo se aprende algo; a ratos bien, a ratos muy mal, a ratos genial, a ratos regular, pero esos estados son intrĂnsecos con nuestro dĂa; algunas veces te decepcionan, otras te alaban, algunas te hacen daño, otras te sientes malo...
Conforme el dĂa va pasando tu cansancio se hace latente, ya no respondes con la misma celeridad ni tampoco tienes la capacidad de ver rĂĄpidamente lo que pueda suceder en algĂșn momento de la tarde; se nota que se acerca la noche, esa manta que cubrirĂĄ todo oscureciendo tu dĂa, cada vez estĂĄs mĂĄs cansado o cansada, y ya vas pensado en algunos momentos en la cama.
TodavĂa hay unos ratos, no para todos, de tener un relajo viendo la tele, o charlando con tu familia o amigos, por cierto, cada vez mĂĄs raramente; y rĂĄpidamente llega el momento de irte a la cama, porque se acerca el ocaso.
Unos se acuestan con la esperanza, no con la certeza, de que se van a levantar al dĂa siguiente en un nuevo amanecer, otros creen que una vez acostados no volverĂĄn a despertarse.
Entre el alba y el ocaso se te esfuma la vida misma, si cuando hay luz no disfrutas del dĂa, en la oscuridad te va a ser imposible; y como puso mi amiga el otro dĂa en un post: Un dĂa brillante depende mĂĄs de tu actitud que del mismo sol.
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