Creció en un ambiente económicamente holgado, en la infancia y la juventud se dedicó a estudiar y a los deportes y jamás mostró interés por la interpretación.
A los veinticinco años, dejó los estudios de ciencias políticas y decidió dedicarse al teatro.
La muerte de su amigo John Belushi, y el nacimiento de su hijo le hicieron dejar las drogas y el alcohol que consumió durante diez años, fue un aviso.
Era un actor de éxito, de éxito con mayúsculas: lo mismo hizo teatro, que puso la voz al genio de Aladín.
Cuentan que era amigo íntimo de Christpher Reeve (Supermán) desde el instituto, y que cuando tuvo el desagradable accidente que lo dejó tetrapléjico, Robin fue a visitarlo fingiendo ser un doctor venido de Rusia, y diciendo que había acudido para hacerle una colonoscopia digital; Reeve confesó que esa fue la primera vez que río desde el accidente.
En pantalla era un torbellino de energía, fuera de ella canalizaba esa energía en obras benéficas; donó tiempo, dinero y fama a más de cincuenta organizaciones; su meta: "Hacer que los niños enfermos se olvidaran de sus enfermedades por un rato".
Su afán personal era hacer reír, divertir a la gente; y quizá sabiendo que ya tenía la enfermedad del Parkinson, y supongo que sería por eso, y posiblemente pensando que sus facultades irían mermando poco a poco, en un momento determinado del mes de agosto de hace cuatro años decidió poner fin a su vida a los sesenta y tres años.
"La gente más triste siempre intenta hacer que los demás se sientan más felices, eso es porque saben lo que es sentirse absolutamente sin valor, y no quieren que nadie sienta lo mismo"
Rabin Williams 1951-2014.
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