Recuerdo ya hace unos años, que a Fran le regalaron un pequeño "lorito", era muy diminuto, y bastante feo; cuando lo vi con él, era tan reducido que se perdía entre sus dedos, pero tuvo la santa paciencia de darle, muy poco a poco, con un bastoncillo de los oídos la alimentación necesaria para convertirlo, con el paso del tiempo, en un precioso agapornis, o inseparable como también se le conoce. Fran tuvo el amor suficiente, y el cuidado necesario y el pajarillo luchó fervientemente por su vida.
Muchos animales nacen antes de lo previsto, y la mayoría, si no es por personas como mi hijo, carecen de cuidados y mueren; en el caso de los humanos, y desde hace mucho tiempo eso es muy diferente; un pequeño o una pequeña sobreviven a pesar de ser prematuros.
Hoy en día, gracias a Dios, existen unas cunas trasparentes donde los bebés que nacieron con deficiencia de peso, formación o inmadurez intentan con todas sus fuerzas salir adelante; para unas madres, y he conocido a alguna, debe ser una verdadera tortura ver a los bebes de las que han parido junto a ella, al lado de sus madres en la habitación y mirar al rincón donde debe de estar el suyo y encontrarlo vacío, eso debe de ser muy duro; pero para el bebe al que "secuestran" en una cuna de cristal, lleno de cables y tubos tampoco debe de ser nada fácil; ya el otro día hablaba yo del niño que solo se tranquilizaba oyendo el latido del corazón de su madre, para eso estuvo nueve meses siguiendo ese ritmo.
Ese chico se debe sentir muy solo, abandonado cual cervatillo enfermo, pero nada más lejos de la realidad; en todo lo que se hace durante los días que dura la estancia de estos bebes en la incubadora lo primero que se ofrece es amor; amor de su madre y su padre cuando pueden abrazarlos, aunque sea enguantados, amor de enfermeras, ats, auxiliares y pediatras a la hora de valorar la situación y aplicar las correspondientes terapias, así como darle de comer, poco a poco, hasta que se recupere por completo y pueda volver a casa.
El parir un hijo y no poder tenerlo al lado para mirarlo, darle de mamar, o acercárselo al pecho para darle su calor, para una madre deber ser un calvario, pero para el bebé también lo es, eso no cabe la menor duda.
Ellas y ellos, los padres y las madres de niños y niñas prematuros, sobre todo ellas, son las reinas del mundo de los vivos, soportan estoicamente ese sacrificio, en pos de la pronta recuperación de esos pequeños guerreros, que contra viento y marea, contra adversidades y enfermedades, luchan denodadamente para salir de ese limbo que es su residencia de vidrio, derribar su muralla e ir definitivamente a casa.
Después la vida los llevará a cada uno o una a su destino, pero eso lo dejamos para otro día.
¡Toda mi fuerza para ellos, ellas y para sus madres y padres, para los grandes y los pequeños guerreros!
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